por Felix Caballero.
Todo empezó el sábado a primera hora cuando nos embarcamos en el Ave desde la capital hacia las tierras que domina el Turia. Viaje tranquilo y muy rápido, algo que ya presagiaba la gesta que estaba por venir.
Llegada a media mañana y una vez pisada tierra levantina la cara nos cambió y nos invadió una sonrisa que todavía tardará en irse “llegamos a nuestro reino: Valencia”.
Una vez dejado los trastos y aparejos en el Hotel concertado, nos dirigimos a la feria del corredor y allí se pudo ver la grandeza de Valencia, un pabellón situado en el mismo centro de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Cogimos el dorsal y paseamos por los stands donde sin quererlo conseguí unas gafas de sol running y un gel relajante ultra cool.
La noche fue inquieta, y la verdad es que no pude dormir tranquilo pues era imposible conciliar el sueño y sin esperar a que sonase el despertador pegué un salto de la cama a eso de las 6:30 a.m pues a las 8:15 habíamos quedado todo el club para hacer la foto que quedarán en los archivos del mismo y acreditará la presencia de sus miembros en aquel lugar.
La orda alcarreña se dirigió a la línea de salida y allí empezamos a posicionarnos cada uno en el cajón soñado, unos en el sub 3, otros en el sub 3:30, otros en el sub 4:00, en definitiva las piezas del puzle se encajaban en su lugar.
Especial mención hay que hacer a los 6 magníficos del club que se iban a pasar su bautismo de fuego y serían coronados como MARATONIANOS: Paloma, Ana, Maricruz, Luismi, Coque y Jesús.
A las 9 en punto se dio la salida y los miles de corredores nos pusimos en marcha con la única idea de llegar a meta lo antes posible.
La carrera comenzó lenta debido a la gran cantidad de corredores que había y aún tuvieron que transcurrir 3 kms hasta que se pudo estirar el pelotón y poder correr de manera tranquila. Salimos juntos, Luismi, Coque y yo, y en algún momento nos alcanzaba Emilio que como siempre iba haciendo la goma: aparecía, nos acompañaba un rato, tiraba un poco para luego dejarse llevar y aflojar, vigilándonos desde la retaguardia.
En la media maratón Luismi y Coque tiraron con fuerza y no pude seguir su ritmo pues era consciente de que ese no era mi ritmo (hoy tampoco se cual es), pero les seguía con la mirada hasta que sobre el 25, ya se perdieron entre la multitud. Ahora empezaba mi maratón particular y tocaba sufrir hasta el final. Me juntaba con unos, me separaba de otros, siempre acompañado pero en soledad.
Era agradable ver entre el público el paraguas del Maratón Guadalajara y bajo su cobertura ver a la afición alcarreña que no paraba de animarnos, incluso elpresi hizo acto de presencia sobre el 27 y se me preguntó como iba, respondiéndole que bien aunque no era del todo cierto pues los kms empezaba a hacer mella en las fuerzas, (gracias presi) y allí me dejó para preocuparse también por las protagonistas del maratón (la chicas) a quienes acompañó en su recorrido.
En el km 36 más o menos, apareció Emilio por mi espalda y me pegó una lijada del 15, (el tío parecía que acababa de empezar el maratón, pues corría con soltura y graciejo) yo creo que ni me vio, pues le hice un comentario y no correspondió. Este momento fue el más duro del maratón pues como Emilio sabe, le tengo ganas y esta carrera quería ganarle, y él lo sabía y es por ello que al pasarme con indiferencia me clavó una daga fina y profunda, me había ganado la partida y la verdad es que el maratón era la excusa para ganarle en condiciones normales.
Sobre el 38, fue rebasado por un tropel de corredores que seguían al sub 3:45, (era mi objetivo) por lo que metí el turbo y aún pude seguirles un kilómetro más, pero la velocidad que llevaban de 5´ el kilómetro era superior a mis fuerza, la ilusión de llegar con el 3:45 se desvanecía a escasos kilómetros de la meta, pero las piernas no daban más de sí, por lo que decidí pasar a modo automático y coger un ritmo cómodo que me llevase a la gloria.
Sobre el kilómetro 39, escuché mi nombre por detrás y al mirar observé que era Coque y me quedé perplejo pues no le había visto desde la media maratón y pensaba que iba muy por delante de mí.
Ya en el último avituallamiento en el km 40, vi que el maratón estaba siendo derrotado y que aún sentía fuerzas para acabar con él, así que apreté y me dejé llevar por la gran cantidad de gente que animaba hasta que delante de mí apareció de nuevo la Ciudad de las artes y las Ciencia, lugar mágico donde se encontraba la meta. Teniendo como referencia el pabellón de llegada, los metros se iban haciendo más cortos, más intensos y más cercanos, cuando de repente pasamos el puente de donde se dio la salida y giramos a la izquierda entrando en cuesta abajo al recinto ferial donde miro a mi GPS y me marca el cronómetro 3horas y 42 minutos y pienso “me da tiempo” y estoy en el km 41, con lo cual sacando fuerza se flaqueza, empiezo a dar la zancada más larga, empiezo a pasar a gente, me saluda mi amiga Eva que ha acompañado a su marido del club Villanueva de la Torre y yo le devuelvo el saludo, entonces giro a la derecha, recorro unos 50 metros y entro en la plataforma que separa el agua y nos muestra el camino a la salvación al igual que Moises en el mar Rojo, veo que los segundos pasan inexorablemente y me marca el crono 3:45 …. (todavía puedo)