Anoche le tocó el turno a la sección de conservación del Patrimonio Artístico y Cultural del Club Maraton Guadalajara.
Con salida desde Iriépal, iniciamos la subida hacia el Poblado agrícola de Villaflores, con la intención de supervisar las obras de recuperación y conservación que en teoría se están desarrollando. La subida fue durilla, pero rápidamente recompensada por las sensaciones de correr en medio de la belleza de la Cañada Real según iba anocheciendo, por un camino lateral que nuestra compañera Bea nos iba mostrando.

Cuando llegamos a la casa de labor, edificio principal del poblado, sufrimos una decepción. Había una valla, – en la segunda década del siglo XXI, una ardilla podría cruzar la península ibérica saltando de valla en valla-, pero no había ni rastro de ningún tipo de obra. No hablo de una hormigonera, o un andamio, o un pico y una pala; no había la más mínima señal de alguna actividad, tipo un botijo, una litrona mediada, un casco, una camisa colgada en la pared…no había nada.



Como lo nuestro es correr, nos llevamos nuestra decepción hacia la fuente del Sotillo, de sobra conocida por cualquier arriacense que tenga más años de los que quisiera. Segunda decepción, la fuente está seca y medio en ruinas. Empezabamos a sumirnos en melancólicos pensamientos sobre el devenir del tiempo, del movimiento y del deterioro, así que uno de los montañeros del club, de nombre Miguel -por las fotos le reconocerán-, decidió activarnos poniéndonos a correr entre terrenos arados en barbecho. Correr en un terreno arado es un gran ejercicio de propiocepción, salvo cuando le das una patada a un canto rodado del tamaño de una pelota de balonmano, pero si estás en el monte, es de noche, y no estás seguro de donde está el camino correcto, es recomendable seguir a la persona que lleva un foco con el que se puede llamar a batman y un cinturón-mochila que parece guardar víveres para sobrevivir a un holocausto nuclear.

En definitiva, estuvimos un rato siguiendo sus indicaciones atravesando terrenos de labor, de nuevo la Cañada, la paloma, etcétera, para terminar en las antenas de Iriépal, disfrutando de algunas bonitas vistas entretanto.

Llegamos a Iriépal, que está en fiestas, -o las fiestas siguen al Club Maratón, o el Club Maratón sigue a las fiestas- donde rehidratamos a conciencia hasta que en una peña que estaba al lado consideraron que poner cosas como despacito a todo volumen tiene algo que ver con la música. Levantamos la sesión y huímos despavoridos de allí, pero felices porque de nuevo habíamos disfrutado de una gran noche y una gran compañía. Salud.

TOTAL: 13,50 km.