por Félix A. Caballero Bravo
Azuqueca de Henares: IV Media Maratón 13 de Junio de 2.010
Distancia: 21,97 km
Tiempo: Casi una eternidad. 1:54´56”
¡No puedo dormir!, ¡no puedo dormir! esta es la frase que repito una y otra vez la noche anterior a la carrera, no hay manera de conciliar el sueño, miro y remiro el reloj y este no avanza parece que el que se ha quedado dormido es él.
A las 8:30 no puedo más y pego un blinco de la cama antes de que toque el despertador. Ha llegado el momento. ¡Por fin!. Pensando cómo estará el día, miro a través de la ventana y veo que está nublado, ¡perfecto! No haciendo calor será más cómodo el sufrimiento. Mi familia me acompañará en este gran día y por eso tanto mis hijos como mi mujer (bendita ella) también se levantan para regalarme su ilusión de verme entrar en meta, así que espero no defraudarles.
Nos dirigimos desde Guadalajara a Azuqueca y con los nervios a flor de piel veo que vamos con tiempo de sobra, solo hace falta llegar y dejar el coche cerca de la línea de meta, por lo que pueda pasar después de terminada la carrera.
Llegamos y aparcamos sin ninguna dificultad, una vez en la calle ya se empieza a escuchar el sonido de la fiesta a través de los altavoces, a medida que voy acercándome pienso que esto no puede estar pasando, ¡voy a correr una media maratón!. Me acerco a recoger mi dorsal, digo mi nombre y ahí está, me entrega el 248, y pienso “esto va en serio y ya no hay marcha atrás”.
El ambiente es inmejorable, corredores por todas las partes, miro el listado y veo que hay apuntados 311, echo un vistazo y veo a los compañeros del club que están calentando: Juan, Jose, Juan Carlos y Francisco así que les acompaño para rodar un poco “la verdad es que estoy hecho un flan y el correr con ellos me calma”.
De repente llaman por megafonía para colocarnos en meta, son las 10:00 y con precisión suiza dan la salida. Salgo con los del club, y poco a poco los kilómetros van poniendo a cada uno en su sitio, veo que Juan empieza a tirar y también le acompaña Jose, yo les deseo suerte y me dejo perder entre la multitud. Consigo unirme a un grupeto de 4 o 5 corredores y la verdad es que es ameno el ritmo como la tertulia que mantienen todo el recorrido pues no paran de hablar, y yo calladito reservando fuerzas.
Damos la primera vuelta al circuito (7.800 m) y las fuerzas se mantienen, me encuentro bien y con más ganas que al inicio pues no ha aparecido molestia alguna, paso por el avituallamiento, tomo un poco de agua, y continúo a mí tran-tran, despacio pero sin pausa pues solo pienso en terminar, mientras comienzo una recta veo a mi mujer y al lado a mis dos hijos que de forma orgullosa enarbolan una pancarta que dice “Ánimo papa, tu mejor afición TU FAMILIA, Campeón “. Esto fue lo más grande y bonito de la carrera dándome la fuerza que no tenía y el valor que me faltaba para no desfallecer en el intento.
Consigo pasar por segunda vez por la línea de meta (15,600 m) manteniendo el ritmo y pensando que solo me quedaba lo mejor (llegar) pues ahora más que nunca estaba cerca de conseguir el objetivo. Los kilómetros pasan y el ver un punto de avituallamiento era como un oasis en el desierto, botellita de agua y trago corto para recuperar.
Llegado al kilómetro 19 no tengo fatiga pero las piernas empiezan a pesar varias toneladas así que bajo el ritmo, no por que quiera sino porque no puedo, pero solo pienso en llegar a meta y abrazar a mi mujer y esto cada vez está más cerca. Empiezo a escuchar el altavoz de meta y pienso, tengo que llegar, tengo que llegar, faltando 100 metros para llegar veo a mis hijos que me están esperando en el último tramo de la carrera y tal y como les había prometido me ayudan a llegar haciendo de verdaderos lebreles por lo que enfilamos los tres camino a la gloria, aún así tengo que decirles que no corran tan deprisa que yo no puedo ni con la etiqueta de la camiseta por lo que apiadándose de su veterano padre reducen su ímpetu atlético y conseguimos entrar en línea de meta.
La emoción y sensación indescriptible, he conseguido tocar la gloria y espero que ese momento dure el resto de mi vida. Abrazo y beso a mi mujer ¿Qué más se puede pedir?