XXXI “Subida internacional Granada-Pico Veleta”. 9 de agosto, 2015.
El año pasado, pese a estar inscrito, no pude participar en esta carrea a consecuencia de una lesión de soleo.
Tenía esa espina clavada y ayer, domingo, me la pude sacar.
He entrenado con mucho cuidado, evitando lesionarme y siendo suficientemente exigente como para soportar una carrera de 50km y 2600m de desnivel continuo.
El único sitio que tengo a mano con unas condiciones similares de topografía ha sido el puerto de Navacerrada. Hasta allí he ido cuatro tardes, después de trabajar, para subir desde el propio pueblo de Navacerrada hasta la Bola del Mundo, 12 km y 1000m de desnivel.
El sábado, Marisol y yo nos fuimos a Granada muy pronto y estuvimos disfrutando de la ciudad la mayor parte del día.
Nada más llegar al hotel recogí el dorsal y la bolsa del corredor. En ese momento me empezaron a entrar los nervios y las dudas. Pero en el fondo tengo que reconocer que esa sensación me gusta.
Hacía tiempo que no sentía esos nervios el día anterior a una carrera, tanto, que me costó conciliar el sueño y apenas dormí dos o tres horas. Esto era en hotel Macía Real Alhambra, que la organización de la carrera había hecho oficial y con unas ventajas importantes.
Madrugón: desayuno a las 5; autobús a las 6 y salida a las 7. Este ha sido el esquema horario.
Super Paco, genial.
Con las dudas que tenía, me decidí a salir gastando la mínima cantidad de energías en los primeros 10km que eran un falso llano con un desnivel de 200m. Pero tanto ahorré que invertí una hora. Muy tranquilo, desde luego.
En Pinos Genil comenzaban los 40km restantes, cuesta arriba y sin frenos. Opté por llevar el mismo ritmo que en los entrenamientos. Fui continuamente adelantando posiciones poquito a poco, pues había tiempo de sobra hasta el final de la carrera (muchas horas por delante).
En los avituallamientos recuperaba siempre tres o cuatro posiciones porque los corredores se entretenían en beber y comer con mucha tranquilidad. Si hubiera habido cincuenta puestos de avituallamiento más, gano la competición.
Seguí con el mismo ritmo hasta alcanzar la vertiente de la estación de esquí, a 2000 m de altura, donde empecé a sentir la falta de fuerza. Pero a base de empeño continué corriendo hasta el km 30 ó 32, con algún tramo que realicé andando. Definitivamente a partir de ahí ya hice todo el recorrido andando.
Curiosamente, el primer km que hice andando, tenía la sensación de no saber hacerlo, tenía las piernas como dormidas. Pero cayó un aguacero que me resucitó. Es que el agua fría nunca la he soportado y me reinicia como a un ordenador.
Entonces alargué la zancada, aumenté la frecuencia, pese a que entrábamos en el tramo más duro, y tengo que reconocer que iba disfrutando, se me alivió el cansancio y el ver cómo iba adelantando posiciones me animaba más y más. Fue, sin duda, uno de los momentos que más he disfrutado en una competición.
Cada vez veía más grande y más cercana la cima del Veleta. Es un paisaje sobrecogedor en el que sientes la fuerza descomunal de la naturaleza. Yo seguía asombrado de mantener ese ritmo y llegué al km 42, la maratón, en 5:23, habiendo alcanzado casi los 3000m de altura.
En los últimos 8km fui recogiendo los ánimos de la gente con la me cruzaba, ciclistas y excursionistas, que me lo hicieron muy llevadero. Hasta que en el último zigzag del camino vi la ansiada meta desde la que se oía mi nombre y los aplausos de la gente. Me atreví a correr los últimos 50 metros cuesta arriba, que me dejaron sin oxígeno. Pero llegué, llegué.
El trofeo que tanto me ha costado conseguir: