Sierra de Horche
Es difícil escribir sobre algo que se desconoce por completo por no haber estado, salvo que estés escribiendo la editorial de un medio de prensa de tirada nacional.
Por otra parte no es difícil imaginar el privilegio de correr entre dos luces y luego de noche, con la luz de la luna llena recortándose entre las nubes, sintiendo la brisa de la noche que te trae olor a romero en la piel y disfrutando de una afición común en compañía.
Además, el valle de los ríos Ungría y Matayeguas y La Vega de Horche, es uno de esos tesoros que tiene este lugar del mundo. No es difícil imaginarse corriendo por ese entorno, con un grupo numeroso (fueron 28 los valientes) que se va dividiendo de acuerdo a las condiciones físicas de cada cual y que luego se va juntando de acuerdo a ciertas reglas no escritas de compañerismo.
La gente de trail y de montaña básicamente se define por su locura, aunque sea una bendita locura. Háganme caso. Como las maracas de machín. Qué envidia sana me dan.
Por lo que cuentan, Juan preparó una preciosa ruta de esas que lo siguiente que haces en meterte en un barco a cruzar el océano y descubrir otro continente. Bajadas técnicas, túneles, y subidas tan escarpadas que necesitan de una cuerda para poder ser salvadas… Esa última subida al Picuzo y su ermita, para reagrupar el grupo y volver a separase eligiendo entre bajar por lo fácil o lo difícil.
Por supuesto con refrigerio posterior en la terraza de la Fuensanta que ni la luna se quiere perder.
Háganse un favor y no se pierdan el siguiente trail nocturno. Salud!